POLITICO.PE Con ocasión de conmemorarse este lunes
12 de septiembre veinticuatro años de la captura de Abimael Guzmán, el
Colectivo 12-S y la Asociación de Familiares de Víctimas del Terrorismo
(AFAVIT) han organizado un encuentro cívico en el Óvalo Central de
Miraflores.
La ocasión no puede ser
más propicia, porque justamente la fecha coincidirá con el
cumplimiento exacto de un mes de haber sido admitido
un hábeas corpus para demostrar el deterioro de su salud y de sus
condiciones carcelarias (e ir preparando el escenario para un eventual
indulto, posiblemente).
Uno dice
veinticuatro años como si fuera nada. Y no repara en que hay una
inmensa mayoría de peruanos que nació luego de esta histórica captura y
que tiene dos elecciones generales en su haber. Es decir: no tienen
idea de lo que fue el terrorismo en el Perú durante los años ochenta y
noventa.
Es que los jóvenes son el objetivo. Son espíritus en blanco, mentes de tábula rasa
y abiertas. Naturalmente esto lo sabe el socialismo criollo, en todas
sus vertientes y matices. Ellos aprendieron a desplegar la lucha
política en el largo plazo. Porque las generaciones pasan y la historia
termina siendo no siempre la que fue sino la que se contó por quienes
la escribieron. Y nuestros socialistas, qué duda cabe, escriben. Y
escriben bastante.
Si a esto le añadimos que los izquierdistas toman hoy, por mayorías, hasta las universidades privadas —no solo las públicas, donde mandan por muchísimas décadas en todo el Perú—
no debe sorprender que hayan sido exitosos en construir una verdad
social que, siguiendo los postulados de Foucault, ha utilizado su poder
de influencia en la academia y los medios de comunicación para producir
un discurso que pretende ser “verdadero”. Y que, justamente por
producir este discurso, su poder se consolidó en los últimos dieciséis
años.
Ese discurso se ha hecho tan
fuerte que hasta autoridades de gobierno llaman ahora “conflicto
armado” y evitan el término de “terrorismo” para describir los ataques
de Sendero Luminoso y el MRTA a la sociedad peruana. Por cierto, me
pregunto si la ministra Perez Tello realizará alguna ceremonia especial
por la fecha. Si no lo tenía en agenda, le alcanzo humildemente la
sugerencia. Porque la realidad no puede verse con un solo ojo, señora
ministra.
¿Adónde apunta esto? A
presentar el terrorismo ante la historia como una guerra civil y buscar
un “empate moral” como el que han logrado las FARC en Colombia con
todos los honores de Estado incluidos. Con ello, naturalmente, se
fortalece políticamente al socialismo y gana oxígeno político.
Hay
que recordar, sin embargo, que los hechos fueron muy distintos. El
terrorismo marxista-leninista-maoísta atacó a tres gobiernos
democráticos y para ello, no reparó en masacrar civiles de todos los
colores, estratos, razas y condición económica. No fue una guerra entre
Alberto Fujimori y Abimael Guzmán, sino un ataque a todo el Estado
peruano que fue repelido con las armas que tuvo a mano y que atravesó
una curva de aprendizaje de doce años, desde que Fernando Belaunde
tuviera que empezar desde cero a entender cómo enfrentar a ese enemigo.
Si
queremos hablar de memoria, que sea de la memoria total. Sin lagunas
convenientes. Por eso, el 12 de setiembre debiera conmemorarse como una
fiesta nacional oficial. De todos, sin distinción. Una de triunfo
nacional real, no como tantas otras fechas que solo evocan derrotas.
A ver si para el cuarto de siglo de tan magno hecho que cambió al Perú podemos celebrarlo con todas las luces

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