En esta semana renunciaron la titular Patricia Benavente, el gerente general y el gerente legal de Ositran tras conocerse que la primera de ellos emitió el único voto discordante (2-1) dentro de una votación interna sobre si se aceptaba una polémica adenda al contrato firmado por el Estado y el concesionario (Kuntur Wasi) ganador del concurso para la edificación del aeropuerto cusqueño de Chinchero.
Unos sostienen que se está beneficiando indebidamente a Kuntur con generoso financiamiento estatal. Otros replican que no, que se está respetando correctamente el contrato y que igual a Benavente le tocaba irse en febrero, que simplemente se alejaba oportunamente para quedar como una reina, pues no autorizó una papa caliente. Otros susurran que el expectante postor (la cuestionada GyM) en el concurso necesita urgente esta obra grande tras caérsele el gasoducto… Otros alegan que “hay que aceptar lo que sea, porque el Cusco se va a poner bravo”.
No conozco en hondura el tema para pronunciarme. Pero sí creo que de una vez hay que enterrar ese argumento de que hay que gastar millonadas en “elefantes blancos” o en obras necesarias pero sobrevaluadas “porque se van molestar en provincias contra Lima y va a haber muertitos”. Así se justificaron despilfarros como la Interoceánica Sur y la Refinería de Talara, para que cusqueños, puneños y talareños quedasen contentos con esos caprichitos, los que nos costaron un dineral al resto de tontos del país (especialmente los odiados limeños, que sí pagamos Impuesto a la Renta, a diferencia de la mayoría de ellos), obras que al final tampoco repercuten para nada en beneficio de ellos, pero que reclaman hasta con sangre y muertitos, porque aquí la gente es hasta capaz de creerse que el balón de gas iba a costar 12 soles…
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